dilluns, 25 de maig del 2009

Bona nit

Hoy voy a cambiar de lengua y voy a escribir en castellano porque quiero dedicar este artículo a un amigo mexicano, Raúl. Él se preguntó porqué casi nunca se acordaba de sus sueños y con este artículo voy a responder a su pregunta y a la de todas las personas que también se la hayan planteado alguna vez. Así es, esta vez voy a hablar de la segunda actividad a la que dedicamos más tiempo: dormir. Nos pasamos unas 8 horas al día durmiendo, 56 horas a la semana, 240 horas al mes y 2.920 hora al año, y la pregunta es: ¿porqué? ¿Por qué tenemos que dormir y desaprovechar 8 horas de nuestro día cuando lo que todos pedimos es que el día tenga 48 horas?


Primero quiero contar, para aquellos que aun no lo sepan, como funciona el sueño. Gracias al electroencefalograma (EEG), los investigadores pueden registrar la actividad eléctrica cerebral y mirar qué está pasando en el cerebro de una persona mientras duerme. Lo que de momento está establecido es que el sueño sigue un ciclo regular. El patrón del EEG cambia de forma predictible varias veces durante un único periodo de sueño. Hay cinco fases: la de movimientos oculares rápidos (REM) y las fases I, II, II, IV o fases sin movimientos oculares rápidos (NREM). Los niños pequeños pasan un 50% del tiempo en estado REM, los adultos un 20% y la gente mayor tienen menos de un 15%. Esta fase, también llamada ‘de sueño reparador’ nos permite consolidar conocimientos y la mayoría de los sueños tienen lugar en ella. Si te despiertas durante la fase REM, lo más seguro es que recuerdes lo que estabas soñando, en cambio si te despiertas en algunas de las otras fases (I, II, III, IV) lo más probable es que no recuerdes nada. Además, durante la fase REM los músculos están inactivos para prevenir la reproducción de nuestros sueños, esto significa que los sonámbulos no reproducen sus sueños ya que no están en fase REM.
Volviendo a la pregunta anterior: ¿para qué sirve dormir a parte del simple hecho de descansar? Años atrás, dormir nos hacía ser increíblemente vulnerables ante los depredadores por lo tanto tiene que haber algo muy importante que necesitemos y que conseguimos durante el sueño para tener que correr este riesgo. La respuesta exacta no la sabemos pero gracias a Randy Gardner que se pasó 11 días sin dormir sabemos que los síntomas serian los siguientes: empezaríamos a sufrir alucinaciones, desorientación y paranoia. Al cuarto día ya perderíamos funciones motoras, nos temblarían las manos y tendríamos problemas para hablar.

La siguiente pregunta es: ¿cómo lo hacemos para dormirnos y despertarnos? ¿Qué pasa en nuestro cerebro para que suceda esto? Sabemos que nuestro cuerpo posee una serie de relojes internos, todos controlados por regiones del cerebro que nos proporcionan un horario rítmico regular. Hay un área del cerebro que se llama núcleo supraquiasmático (parte del hipotálamo) que parece contener toda esta maquinaria. Este ritmo automático sucede como resultado del continuo conflicto entre dos fuerzas opuestas.

Con la idea de que estas fuerzas están bajo un control interno, podemos explorarlas en detalle, empezando con una descripción de sus nombres. Un ejército está compuesto por neuronas, hormonas y otras sustancias químicas que hacen todo lo posible para mantenernos despiertos. Este ejército se llama sistema arousal circadiano (proceso C). Afortunadamente, este es el opuesto a otro ejército igual de poderoso, también hecho de células, hormonas y sustancias químicas. Estos combatientes hacen todo lo posible para que nos durmamos y se llaman unidad homeostática del sueño (proceso S).
Esta es una extraña y paradójica guerra. Cuanto más control del terreno tiene uno de los ejércitos, más probabilidad hay que pierda la guerra. Es casi como si cada ejército quedase exhausto de tener el control y de vez en cuando ondea la bandera blanca. Para la mayoría de gente, el dominio del proceso C está latente durante 16 horas y lo mismo sucedería aunque estuviésemos viviendo en una cueva. Esta guerra también tiene fuerzas externas que regulan el conflicto, como son la cantidad de sueño necesario y la cantidad de sueño tomado. Seguidamente os explicaré los cronotipos de personas que pueden existir:
Alrededor de un 10% de las personas son ‘alondras’ (cronotipo temprano), el estado de más activación de estas personas es sobre las 12 de la mañana y se sienten más productivas unas horas antes de comer. No necesitan alarmas para despertarse, suelen decir que su comida del día preferida es el desayuno y consumen mucho menos café que los que no son alondras. Admás, empiezan a sentirse adormecidos sobre las 9 de la noche. Por suerte o por desgracia yo me encuentro dentro de este 10%, me encantan las mañanas, adoro el desayuno, nunca tomo café para despertarme y mis amigos me han visto varias veces dormirme en un bar o en una fiesta.
Sobre el 20% de las personas se encuentran en el polo opuesto, ellos son ‘búhos’ (cronotipos tardanos). En general, el momento del día en que están más activos son las 6 de la tarde, se sienten más productivos casi a media noche y raramente quieren irse a dormir antes de las 3 de la mañana. Los búhos necesitan indiscutiblemente varias alarmas para despertarse y si tienen la oportunidad, nunca se levantan antes de las 10. Su comida del día preferida es la cena y necesitan toneladas de café para despertarse. Seguramente pensaréis que en nuestra sociedad los búhos no descansan tan bien como las alondras, y ciertamente esto es así. Los cronotipos tardanos normalmente acumulan mucha falta de sueño durante sus vidas.
El comportamiento de las alondras y los búhos es muy específico. Los investigadores piensan que estos patrones son detectables durante la niñez y yacen en la complejidad genética del cerebro que gobierna nuestro ciclo de sueño/vigilia. Al menos un estudio muestra que si el padre o la madre es alondra, entonces la mitad de sus hijos también lo serán. Y así mismo sucede en mi caso, mi padre se levanta cada día a las 6 de la mañana (domingos incluidos) sin tener ninguna obligación de hacerlo, a las 11 de la noche ya está durmiendo y al igual que yo, el café no le afecta en absoluto.
El resto de la población, es decir, el 70% se encuentra entre estos dos extremos, pero evidentemente habrá gente que se identificará más con las alondras y otras con los búhos.

Aquí lo dejo. Espero que esta lección de sueño y ornitología os haya servido para responder vuestras preguntas, ahora, lo mejor que podéis hacer es iros a dormir para consolidar todo lo aprendido. Al menos yo es lo que voy a hacer! Bona nit!

Bibliografia:

John Medina (2008) Brain rules. Seattle: Pear press (pag 149-168)